Shomei Tomatsu |
Shomei Tomatsu es posiblemente el mayor y más influyente de todos los fotógrafos que surgieron durante la postguerra de Japón. Su trabajo refleja los cambios en la cultura japonesa, cuando japón se volvió una mezcla de lo cosmopolita y lo extranjero con lo nativo y lo antiguo, de la presencia militar estadounidense y la imposición de nuevos hábitos y costumbres.
Nació el 16 de enero de 1930, en la ciudad japonesa de Nagoya. En 1946, mientras estudiaba ciencias económicas en la Universidad Aichi de la ciudad de Nagoya, comenzó a estudiar fotografía de forma autodidacta, para finalmente convertirse en fotógrafo independiente diez años después.
En 1960 el Consejo Japonés contra las Bombas Atómicas y de Hidrógeno le encargó que fotografiase Nagasaki. Tomatsu sacó muchas de las fotografías
icónicas que hoy en día asociamos con el desastre de la bomba atómica.
Se ha convertido en uno de los mejores fotógrafos japoneses pero en 1961 no era más que un chaval al que le habían hecho un encargo. Según relata el mismo, 16 años después de la bomba atómica, en la mayor parte de la ciudad no quedaba ni rastro de lo que había sucedido.En esos años se había convertido en una ciudad turística. A las victimas de las bombas les daba vergüenza que se supiera, así que no salían de casa, había algunos que evitaban todo tipo de contacto físico con otras personas, a pesar de que vivían ahí, la comunidad se había olvidado de ellos.
Tomatsu no solo retrato a aquellos que habían sufrido los terribles efectos físicos y psicológicos de la explosión si no también otro tipo de cicatrices. Por ejemplo estatuas Cristianas hechas añicos, estatuas que estaban negras porque se habían carbonizado. Objetos sencillos que eran impactantes, por ejemplo un reloj de bolsillo que se paró de repente cuando calló la bomba o una botella que se había retorcido hasta ser un objeto deforme y grotesco casi como un feto humano. La idea que había en sus fotografías es que el mundo que tanto apreciamos, un mundo de objetos normales de la vida diaria ya no existía.
En cierto modo las imágenes de Tomatsu son una vuelta al
valle de la sombra de la muerte de Roger Fenton. Ponen en duda la necesidad de
estar presente en la batalla, toda una provocación para los fotógrafos de
guerra.
“Sueño con un nuevo tipo de cámara conectada directamente a la corteza cerebral. No más grande que un par de lentes ni más pesada que un sombrero. Funcionaría de continuo, ajustando automáticamente la velocidad de obturación, la apertura, el foco y moviendo el zoom de lo más cercano a lo más lejano. Bastaría con que el fotógrafo pensara que quiere fotografiar determinada cosa. La película se rebobinaría automáticamente y podríamos tomar mil fotos sin cambiarla. Sería tanto en blanco y negro como en color. No sería posible registrar al mismo tiempo el lugar donde uno se encontrara, pero sí el día y la hora de cada foto, que quedaría registrada en el borde del film, automáticamente (…) Con esta cámara acoplada a mi cuerpo dispararía y dispararía y dispararía…”
(Shomei Tomatsu, Skin of the Nation, 1968)
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